"Y acuérdate también del viajero que ignora dónde acaba el camino que ha emprendido" Marco Aurelio


viernes, 30 de diciembre de 2011

Sobre el aburrimiento

A causa de un intenso dolor de espalda hoy me encuentro postrado, arregostado más bien, en el sofá de casa. Ya se sabe que en estas ocasiones el fantasma del aburrimiento acostumbra a recorrer las estancias hogareñas, y ese fantasma es el gran enemigo que hoy me ocupa. Durante unos minutos he reflexionado sobre qué es el aburrimiento y dicha reflexión no ha sido, ni mucho menos, soporífera. Durante años he observado cómo personas de mi entorno más cercano, llegada la época de vacaciones o durante un simple fin de semana, confesaban estar aburridas con tanto tiempo libre entre las manos. Eso siempre me ha horrorizado. ¿Acaso no existe el cine, la música, la literatura o el pensamiento mismo? No nos engañemos, el aburrimiento es la tierra de cultivo de una sociedad títere, quien no busca enriquecer su mente la encontrará llena de serrín al cabo de los años. Si hacemos la prueba y encendemos la televisión para ver cualquier informativo tendremos la prueba: datos y más datos que no podremos recordar la próxima semana porque todo habrá cambiado inexorablemente. Y que decir de esos programas en los que puedes ganar miles de euros por ser capaz de sostener una escoba con la nariz. Alisan nuestras mentes igual que si fueran hormigoneras. Así es más sencillo convencernos de todo. Y repetimos las palabras que nos dicen aunque no las entendamos: crisis, prima de riesgo, déficit. Pensando en todo este asunto, y antes de que mi mujer se fuera a su trabajo, le pedí que me acercara un libro, Fahrenheit 451; libro de Ray Bradbury que en alguna ocasión pensé en poner como lectura obligatoria en clase. En dicha obra, los bomberos se dedican a provocar incendios en lugar de sofocarlos, y su cometido esencial es la quema de libros (de ahí su título, pues se refiere a la temperatura a la que arde el papel de los libros). Se queman los libros porque lo único que han conseguido es hacer del hombre un ser infeliz: la filosofía nos crea dudas, la historia nos hace arrepentirnos del pasado, la ficción es lo que nunca podremos ser, etc. Tantos años después de su publicación (1953) parece que Bradbury no iba muy desencaminado, pues a día de hoy la cultura de los libros es algo pedante, falso y poco provechoso. Hay que ser, nos dicen, prácticos y buscar la utilidad material de las cosas. El raro o friki (o cómo se escriba) es quien lee de verdad, porque no basta con la nueva literatura de folletín sobre el Santo Grial. Si recitas de memoria versos de Dylan Thomas o lees a Maquiavelo, estás fuera de lugar; pero si crees a pies juntillas a la medium de televisión vas por el buen camino. Es hora de tomar otras referencias culturales, es hora de negarnos al aburrimiento a través del arte, la mente debe estar siempre en estado de alerta; porque siempre habrá un libro por leer, una película por ver, un museo que visitar o algo en que pensar. Porque si no, como dice el gran Woody Allen: la vida no acabará imitando al arte, sino a la mala televisión. Pero eso sí, hay que ser realistas, cuanto más cultura se posee más infeliz se es, en eso tienen razón los vendedores de basura, ¿acaso existe algo menos infeliz que una piedra?